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La luz brilla por mucho tiempo, y la buscadora aprovecha para copiar otros pasajes de La sociedad de los poetas de la noche…
Pasan las hojas, ella escribe, trascribe, percibe, persiste. Quién sabe si días, quién sabe si noches, la pluma descarga letras sobre el papel, forma recetas que alteran y alternan las multirealidades.
Varios no-se-cuanto después, la escriba flota hasta la pequeña.
-Así funciona el libro. Como es adentro, será afuera, Elsa – dice la escriba, empapada de luz. Ya no se esfuerza al hablar, ya no se queda sin aire. ¡Tenés que irte ahora! Encontraste lo que viniste a buscar.
-¿Eh?
-¡Afuera! Tengo que llevar la biblioteca a otro lado.
-¿Y sabe a dónde?
-Nahh… ningún libro me lo dijo.
-Entiendo, entiendo. Las dos tenemos que irnos. Vamonos pues.
Elsa desliza el intercomunicador en su cabeza.
-Beto, ¿Me escuchás?
No hay respuesta. Elsa y la escriba cruzan miradas. La anciana no deja de sonreír.
-¡Beto, Beto! ¿estás ahí? ¡Beto!
CONTINÚA PRÓXIMAMENTE…